El titanio se descubrió ya en 1791, pero su uso en la cocina no se generalizó hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando sus tecnologías de procesamiento se hicieron más accesibles y económicamente viables.
El titanio es extremadamente resistente a la corrosión y su ligereza le confiere una fuerza excepcional, lo que lo hace idóneo para muchas aplicaciones, como la aeroespacial, la medicina y los utensilios de cocina.